46. Amores NO recomendados.

Las estaciones suelen estar marcadas por cambios climatológicos. Para mi llegan cuando algo destacable llega a mi vida. Personalmente soy reacio a compartir las cosas, pero ese egoísmo fue dándose a una metamorfosis que ni yo mismo era capaz de asimilar.
Dicen que el amor cambia a la gente. En mi caso la llegada del amor, hizo que inexplicablemente abriera en mí un simposio conmigo mismo. ¿Realmente estaba preparado para el amor? ¿Tuve alguna vez la necesidad verdadera de abrirle la puerta?

Eran cuestiones banales. Absurdas cuestiones que lejos de ser respondidas eran como una enciclopedia en un hogar del extrarradio. Puro adorno. Todo empezó cuando al salir de terapia un chico me pregunto si tenía que marcharme. Le respondí que si, a lo que me pidió si podía vigilarle un momento sus cosas ya que tenia que ir al baño.
Amablemente dije que si, para inmediatamente odiarle en silencio. Era un contradictorio en toda regla. Al salir me guiño un ojo y me dio las gracias.
Tarde en volverle a encontrar. Y cuando nos volvimos a encontrar fue en la escalera de la consulta. Tuvo hacia mí una reacción un tanto desmedida. Me saludo efusivamente. Elogio mi chaleco, y me dio dos sonoros besos.
En un escalón por encima de él me ruborice. Y el en un escalón por debajo de mi empezó una especie de cortejo que me desoriento.

-Que te parecería si saliéramos a tomar algo.
-Eh bueno. Tampoco tengo mucho tiempo libre.
-¿Que haces ahora?
-Iba a almorzar algo.
-Vamos pues.
-¿Pero no tienes terapia?
-Si, pero es mas interesante estar contigo. Venga vamos.

Sentados en Starbucks. Estando uno frente al otro. Notando como él no dejó de mirarme en un solo momento. Cada vez que le contaba algo me hacia mil preguntas. Era evidente que era bueno escuchando a los demás. Me pidió una segunda cita y en las siguientes cada vez mas frecuentes sentí que Guillermo sentía algo hacia mi. En menos de un mes fuimos al Zoológico. De picnic a los parques, a patinar sobre hielo, a mirar las estrellas, a robar a los chinos. Habiamos cenado desayunado y dormido juntos. Nunca un solo beso. Ni una caricia. Era todo cada vez mas extraño.

Cuando se lo conté a mi terapeuta levanto una ceja desafiante.

-Es evidente que dejaras de ver a ese chico.
-Pero porque? Es mi vida privada.
-Antoni. Tu vida es de todo menos privada para mi.
-¿Pero que derecho tiene usted para prohibirme algo?
-Yo no prohíbo. Tan solo te estoy aconsejando.
-¿Y porque se supone que tengo que dejar algo que mi hace bien?
-Has conocido a ese chico en una consulta. Es evidente que no es la mejor persona para establecer una relación.
-Vaya. Posiblemente pueda estar tarado. Pero solo va a una Psicóloga.
-Los profesionales hablamos entre nosotros. Nos pedimos consejos. Y a veces hablamos sobre pacientes.
-¿Usted ha hablado de mi con otra gente?
-Antoni. No es momento para un arranque de egocentrismo. Solo te digo que ese chico no es adecuado para ti.
-Y no puede decir nada mas claro.
-En efecto. Eso es privado.

Salí a la calle y llame a Guillermo. Cada tono de espera hizo que subiera en mi las ganas de demostrarle a ese terapeuta de pacotilla que no siempre tendria la razón. Guillermo quiso quedar conmigo al momento y vino a buscarme. Mis rodillas flojearon. Pero le mire a los ojos y temiendo lo peor le dije

-¿Guillermo hay algo que quieras decirme?
- Pues si, ahora que lo dices. Imagino que te parecerá una locura. Pero me diviertes mucho. Eres guapo, inteligente y divertidísimo. Toni quiero pasar el resto de mi vida a tu lado.
-Jajaja estas como una cabra.
-Te lo digo en serio.
-Gracias supongo
-No Toni. ¿Quieres pasar conmigo el resto de tu vida?
-Hombre. Me caes muy bien. Y me ha gustado salir contigo estas ultimas semanas pero…
-¿Pero? ¿Si o no?

La noche me pareció larga. Todo me daba vueltas y a mis laterales las luces de la ciudad eran fugaces y efímeras. Guillermo me había preguntado si quería pasar el resto de la vida a alguien que tenia una concepción de la vida cristianamente inmaculada. A pesar de mi pasado turbulento, en mi se escondía alguien que apreciaba las cosas bien echas. De repente ese chico me descolocaba pidiéndome algo irrisorio y impetuoso. Algo que ni en las películas románticas me gustaba ver.
No me consideraba un carca, pero tampoco podía decir que si a una persona que había conocido en una sala de espera de un terapeuta. Él asistía a un psicólogo pero era evidente que si lo encontré allí era porque tenía un problema.
Imagino que esa sensaciones de amor vertido hacia mi eran mucho mayores que la sensatez. Y por lo que a mi respetaba, era hora de hacer las cosas bien. No podía soñar ser un presentador de MTV con una vida tan casta. Al fin y al cabo ser homosexual era ropa, hombres y vida social. Todo aquello que tanto me gustó en un pasado que probablemente Guillermo ignorara.


A pesar de que me sentía un traidor asqueroso. Había antepuesto a mi escala de valores un chico que apenas hacia un mes que estaba en mi vida. Me había prometido que todo saldría bien. Supongo que eso fue suficiente para elegirle a él en lugar de una vida cristiana de moralidad y ayuno social, que no me aportaba más que disgustos.

Dude poco sobre si esa relación romántica solo existía en mi cabeza. Probablemente ese chico huya de alguna parte oscura de su pasado. Y aunque ese pasado fuese anteayer no podía negarle cobijo emocional. Tal vez mi vida no era la mas ordenada. Y aunque era un secreto a voces que la gente emocionalmente inestable como yo no servíamos para una relación, me conformaba con hacer de aquello una sociedad limitada otoñal.

Ese chico quería estar conmigo. Y mi negación mental dejaba entrever en luces de neón, que mi autoestima era regular y no tardaría a sentirme culpable por ello. En realidad debajo de toda esa capa de rosa se escondía alguien torturado que no solía invertir en relaciones interpersonales.
Por contrapartida otra parte de mi era fluorescente y la sola idea de que un desconocido quisiera ir con él al fin del mundo le hacia sentir cabeza de cartel de un espectáculo permanentemente prorrogado.
Delante de un escaparate. Por última vez. Dándome cuenta en silencio de que en ese mismo momento se vislumbraba ante mí un minuto de serenidad aparente. Una promesa a que se acabó mirarme en un escaparate para obtener seguridad. No necesitaba absolutamente nada. Un semi desconocido me había dado en un momento lo que yo llevaba negándome 23 años.

La rapidez con la que sucedió todo era aún latente. ¿Pero quien necesitaba sentirse mal? ¿A caso el fin no justificaba los medios ahora más que nunca? No podía pararme en el camino a pedir disculpas. Ya había llegado donde estaba gracias a las trampas. Manipular a otros había sido demasiado fácil. Pero delante de ese escaparate me di cuenta de que no podía mentirme a mi mismo. La sensación de que ese impulso por peligroso que fuera a posteriori, iba a influir en mi vida, hizo que me decidiera.

No podía permitirme el lujo de entregar mi vida al protocolo. En mi interior un Toni dormía encerrado. Y demostrando que media vida había sido el contrario a la otra, fui capaz de reaccionar y darme cuenta de que los extremos habían sido igual de nocivos.

Mirando a Guillermo vi en sus ojos la necesidad de saber que pasaba por mi mente.

-¿Va todo bien?
-Es demasiado abstracto para contártelo
-Sea lo que sea lo entenderé.
-Verás, me parece arriesgado contártelo así sin mas.
-Toni. Sea lo que sea valdrá la pena. Estoy para escucharte. Quiero saber lo que te sucede.
- Nunca te ha pasado esa sensación de sentirte culpable porque crees que no mereces una cosa. Una parte de mi esta dispuesta a seguirte. Pero la otra me ata a una vida mucho más correcta.
-Solo te tendrías que sentir culpable si yo estuviese con otra persona y te hubiera seguido a ti engañándola a ella.
-No lo había pensado de esa manera. Solo estoy seguro de querer hacerlo, pero tengo miedo a perder otras cosas.
Seamos claros. Yo quiero estar contigo. Tu quieres estar conmigo?
-Si quiero.
-No te pido que nos vayamos de Barcelona siquiera. Solo quiero que estemos unidos. Juntos. A ver que pasa. Me gustas demasiado para que me importe lo que hicieras antes de que yo apareciera en tu vida. Imagino que si he querido que todo pasara tan rápido, fue porque no quería que desaparecieras y me quedara dentro el deseo de haberte dicho que me gustabas. Que me parecías y me pareces un chico divertido, excéntricamente soportable y que quiero conocerte cada día un poco más.
-Entiendo.
-Es todo mucho más fácil. Piensa que cada vez que te niegas a algo nuevo te estas privando de nuevas experiencias. ¿Qué importa que nos hayamos conocido en un terapeuta? Es obvio que hoy en día nadie esta en su total estado mental.
-Pero hay una parte de mi que no ve con buenos ojos compartir mi vida con alguien que también tiene problemas mentales.
-Pues a mi me encantaría compartir la mía con alguien que los ha tenido y los está superando.
-¿Hablas de mí?
-Pues claro bobo. Toni no tenemos nada que perder. Tienes 23 años. Y no compartimos ni el mismo terapeuta.


Visto de esa manera era todo demasiado fácil. ¿Como podía contarle a Guillermo que quien en realidad no veía con buenos ojos esa relación era mi terapeuta?
De repente una sensación de querer algo dulce me invadió. Comiendo con deseo el último helado del verano me di cuenta de que subconscientemente estaba buscando a un hombre con quien empezar el otoño.

3 comentarios:

Thiago dijo...

¿Pero como te va a dar consejos de estilismo Jimby si se compra los pantalones en el H&M, cari? Hombre, por dios, jjaj.

Bueno, me alegro que lo paséis bien los dos juntos. Igual el te puee dar lo que yo no pude.

Bezos.

Fuzz dijo...

A mi la historia me parece muy bonita :)

Un petó, Antoni!

el Shysh dijo...

Hágase vuestra voluntad. No la del terapeuta.