50. Monogamía unilateral.

Barcelona es ciudad de costumbres. La eterna capital minúscula donde todo el mundo se conoce. ¿Y que mejor entonces que dejarse ver haciendo algo tradicional y que huela a costumbre autóctona?
Muchos lo ignoran pero bajo el asfalto de la ciudad condal hay más vida. De 6 de la mañana a 12 de la noche se encuentra la madre de las líneas de metro.


La Línea Roja que cruza perpendicularmente toda la ciudad. Subiendo en plaza España puedes llegar hasta el fondo y puerta de los barrios de extrarradio en poco menos de 45 minutos.

Bajo esas ceras de baldosas florales que llenan ambos laterales de Paseo de Gracia se encuentra un submundo ajeno a todo lo que huele a lujo en el exterior. En el metro no llueve ni nieva. Hay una Banda sonora que evoca viajes lejanos, gente que habla en todo tipo de idiomas, trabajadores que no pueden o quieren subirse a un taxi. Gente que vive totalmente absuelta en la lectura de sus periódicos gratuitos, amas de casa, estudiantes de intercambio, gente que maldice predice el fin del mundo, personas que se desesperan porque no encuentran cobertura telefónica.

En fin: Una fauna que solo desconocíamos Ricochet, Pelayo y un servidor.

Era un domingo por la mañana. Caminando por la calle Brusi en dirección a casa Sagnier nos encontrábamos. Hablando sobre mi relación con Gustavo desde la perspectiva rosada. Pelayo estaba encantado, pero Ricochet tenía serias dudas sobre el asunto.

Era la típica mañana dominical en la que las familias felices pasean y van a comprar el periódico. Entre ese paisaje tres homosexuales resacosos iban discutiendo entre los pros y los contras de una relación monógama.

Ricochet escenificaba el drama de llegar a una edad en la que tener una relación era casi una obligación moral. Por suerte o por desgracia, no tardo en salir a la luz la duda que planea sobre un homosexual a las puertas de la monogamia.

-¿Como se supone que afronta la infidelidad, alguien tan promiscuo como un homosexual?
-Gustavo y yo no hemos tenido sexo. Y de todas maneras, solo nos estamos conociendo.
-A mi lo único que me preocuparía, es que el amante de mi novio usara calzoncillos de mas de 100 euros.
-La infidelidad esta ligada a la homosexualidad.
-Los homosexuales somos promiscuamente encantadores. No se porque algunos se intentan convencer de que no es así.
-Sabes que la monogamia nunca ha sido contemplada como una primera opción, pero temo que Gustavo pueda acabar pidiéndome una relación monógama.
- Por el amor de Dios. ¿Eres el único que no se ha dado cuenta de que Gustavo ya tiene una relación monógama contigo?
-Vaya. Veo que tendré que empezar a hacer algo si no quiero que esta sea unilateral.
-Jamás me veréis cambiar el monogram de mi Vuitton por una monogamia.
-Eres todo un chico de principios jajaja.
¿Como podéis ser tan frívolos? Gustavo le puede dar a Toni muchas cosas que no os va a dar nunca un bolso.
-Pelayo no seas tan puro y casto. Yo he tenido verdaderos orgasmos acariciando un bolso. Pero en parte tienes razón. Ha de ser enfermizo llegar a eyacular solo acariciando la piel de un bolso.
- ¿Nos podemos centrar en el tema? Hablo de que Toni tiene la oportunidad de salir con una persona que le quiere tal y como es, y no por lo que tiene.
-¿Y que es eso que tengo?
-Bueno…
-Porque vamos a engañarnos. Tienes antecedentes, haces terapia desde tu infancia, te prometiste a los 21, transformaste a un chico heterosexual en tu sombra para luego echarle de tu vida.
*
-Ya veo. Solo tengo secretos.
-Eso no es malo. Te hace una persona digamos curiosa.
-Yo no quiero ser curioso. Quiero ser transparente. Tal y como Gustavo lo ha sido conmigo. No me interesa ocultar nada, pero reconozco que tampoco tengo una vida muy explicable.
-¿Explicable como tal se puede usar?
-¡Pelayo! Ahora no es momento de síntesis, gramática y léxicos aplicable a las frases descriptivas.
-Perdón perdón.
-No estoy seguro, pero creo que Brusi es la calle colindante. Así que finiquitemos tema, porque Gustavo estará alerta y no quiero que escuche más acerca del tema.
-Personalmente creo que Pelayo tiene razón. Tú quieres tener una relación pura con Gustavo, y de momento tendrías que puliendo la superficie.
¿Qué quieres decir?
-Que vayas dándole titulares. Le vayas introduciendo a esos temas que tanto pueden impactarle con pequeñas anécdotas. Incluso puedes hacerlo dándole menos importancia de la que tienen.
-Eso se llama mentir.
-Si me arrastras a exposiciones un domingo por la mañana ya podrías mentir también de vez en cuando.
-Solo os pido que vayamos de vez en cuando a exposiciones. Que hagamos cosas normales. Una exposición de vez en cuando no nos puede hacer daño.
-¿A caso crees que es a la primera exposición a la que voy? Cuando tenía 15 años mi madre me suplico que la acompañara a una exposición que presento en una galería de arte la amante de mi padre. Mi madre quería ver si era mas guapa que ella, pero había demasiado gente, y acabo llorando en el retrete borracha de Don Perignon.
-Los genes de México D.F tenían que salir por algún lado. Pero esta solo es una exposición de Anna una amiga de Gustavo. Me ha pedido que viniéramos.
-Hemos venido por ti. Pelayo y yo no apoyamos el arte lésbico de la amiga de tu pareja con la que tienes una relación monógama unilateral.
-Gracias por ser tan preciso. Solo es arte de una chica que tiene un mundo interior muy rico.
-Las lesbianas nunca guardan nada para si mismas. Siempre tienen la necesidad de expresar con ese toque de nihilismo, lo que un marica proclamaría de manera histriónica.
-Hemos llegado. Por lo que más queráis. Comportaros. Aquí no hay champagne, ni canapés, ni servicio al que acosar en los retretes. ¿Entendido?
-Tenemos una mundología muy versátil. ¿Verdad Ricochet?
-Son las 12 de la mañana y aún voy sobrio. ¿Qué diría mi mamá de esto?

La casa Sagnier es una de esas casas del pueblo. Pero a diferencia de las que se llenan de Hippies haciendo malabares, en esta la cultura se palpaba en cualquier esquina. Gracias a unos contactos Anna la amiga lesbiana de Gustavo, había podido exponer en casa Sagnier y no en un cobertizo cutre de las afueras. Como agradecimiento me pidió que asistiera con amigos, en parte agradecimiento público, pero entre nosotros para llenar una exposición que no se aguantaba por ningún sitio.
Gustavo me cogió de la mano justo cuando iba a mofarme del primer cuadro junto a Ricochet, llevándome justo al lado de su amiga. Todo el mundo mirándonos, y Anna la amiga Lesbiana de manera muy solemne dijo. -Quisiera dar las gracias a Antoni porque gracias a él he podido exponer en Casa Sagnier. Sin él no hubiese sido posible. Muchas gracias Antoni. No supe muy bien que cara poner, así que puse cara de aludido y sonreí de manera dominical a todos aquellos hijos del Indie Catalán. La gente aplaudió y mi sensor de centro de atención se encendió.

Cuando pude soltarme de Gustavo fui en busca de mis amigos. Ricochet y Pelayo discutían sobre un cuadro donde una mujer daba a luz en mitad de un estercolero. Acercándome a ellos vi como con recelo iban a darme su opinión sobre mi minuto de gloria.

-Se ha notado demasiado que estaba obligada por Gustavo a darte las gracias. Una lesbiana nunca se deja pisar sin antes reivindicar por lo que es suyo.
-¿Y tu como sabes tanto de lesbianas?
-Son las enemigas naturales de los maricas. Ellas se mueren por tener nuestro pene.
-Y tú por tener sus caderas y no por eso ha de ser verdad lo que dices.
-Que iluso eres. Incluso Pelayo se ha dado cuenta. ¿Verdad que si?
-Toni, coincidirás con nosotros en que huele mucho. Ana ni siquiera te ha llamado, ha sido el propio Gustavo el que ha venido a buscarte.
-Las lesbianas nunca me han gustado. Pero Gustavo si me gusta. Yo he respetado a todos los garrulos de polígono que te han follado, así que intenta respetar a este chico. Te prometo que si esto no sale bien, me resignare y me entregare al rosado cual fiel a su credo.

¿Qué era lo peor que podía pasarme? Mis amigos y Gustavo eran paralelos. Como la línea roja y la amarilla de metro. Todo indicaba que posiblemente él podía haber pedido a Anna la lesbiana que me alabara en público. ¿Pero porque? Tal vez Gustavo creía que me tenía que dar las gracias de manera plural solo porque yo había echo algo de manera altruista. O tal vez podían pensar que un chico de la parte alta de la ciudad no hacia nada caritativo sin un eslogan por medio.

Eran demasiados TAL VEZ para una sola cabeza. No fue hasta que me vi sentado en la consulta de mi terapeuta, que pude darme cuenta de que esas dos sesiones por mes, no eran suficientes para mí.

Cuando eran casi a diario, nunca me pasaba nada digno de mención. Ahora que mis sesiones eran quincenales, las llenaba de dramas, crisis e histrionismo. Mi terapeuta lo tenía claro;

-Estamos delante de un claro caso de adicción al psicoanálisis. La psique trabajaba en contra de tú voluntad, magnificando cualquier incidente en temario para más y más sesiones.

Llorando delante de ese diagnostico me sentí aún mas lejano a Gustavo.

* Leer Capitulo 6. Superficialidad en tiempos de Musicassette.

49. Elitismo de gama baja.

Y Gustavo se fue. Calle Wellington* abajo. Sin mirar atrás. Dejando dentro de mi cuestiones sin respuesta aparente. Al llegar a casa podría haber optado por encerrarme en el vestidor y simular que moría de pena cual faraón enterrado entre sus bienes materiales mas preciados. Pero ni todo el precio de mi ropa sumado, y multiplicado por 100 hicieron que pudiera sacarme a Gustavo de la cabeza.

Cada persona es un mundo delante de las crisis. A titulo personal siempre he creído que como mejor medito es sentado en mi tocador y cepillándome el pelo antes de ir a dormir. Me miro con cara seria en el espejo, mientras pienso seriamente en como reinventarme por sexta vez en lo que va de Otoño. Esta vez era diferente. No podía dejar de pensar en Gustavo calle abajo con su bicicleta sucia y la cabeza baja.


Tenia claro que el pobre chico se merecía mis disculpas. Así que tras un par de llamadas recibí un mail con su dirección. Podía presentarme en su casa sin contemplaciones. No necesitaba que nadie me invitara a merendar. Pero el miedo a que Gustavo no entendiera mi visita, hizo que me tirara atrás.

No voy a negar que me disguste que me pueda rodear gente que me sonría por delante, y me considere idiota por detrás. Y llega un momento en el que me veré obligado a levantarme en mitad de la terapia de grupo y decir.

-Me llamo Antoni y soy el eslabón perdido entre el lujo y el circo.

Pero de momento no podía hacer eso. Tenía que encontrar a Gustavo y hacerle ver que yo era una persona con una escala de valores y un alto concepto de la realidad frente a la ética y la moral.

Fui dejando la visita de un día para otro. Hasta que una mañana me levante y fui a mi vestidor en busca de ropa que dijera ‘quiero que seamos amigos’. No tenia que perder. Y podía aprender mucho de una persona tan inteligente y sensata como Gustavo.

Delante de su puerta, mire que mi pelo no tuviera indicios de pasados en comunidades terapéuticas. Llamé al timbre y una mujer de esas que cada año que cumplen suma por 5 me abrió la puerta con cara de indiferencia.

-Buenos días Señora. ¿Es aquí donde vive Gustavo?

-¿Y a quien buscas. A Gustavo padre o hijo?
-Pues supongo que a su hijo. Porque tampoco tengo edad de ser amigo de su marido.
-Gustavo no se encuentra en casa. ¿Quieres que le diga algo?
-Pues no sabría que decirle.
-¿Si o no?
-Es que tampoco no sabría que decirle.
-No tengo toda la mañana para perder.

La verdad es que no era una mujer muy educada. Y en situaciones como esas me daba por hablar demasiado. Así que cuando estaba a punto de rendirme escuche como Gustavo preguntaba desde lejos que quien había en la puerta. Mire indignado a esa mujer celosa y posesiva, que me había mentido para que su hijo no se relacionara con el exterior. Por suerte, antes de diagnosticar un complejo de Edipo mentalmente, apareció Gustavo quedándose con la boca abierta al ver mi presencia.

-Mama este es Antoni. Un amigo.
-Ya nos hemos conocido hijo.
-Un placer Señora. Gustavo quería hablar contigo.
-Claro, dime.
-En privado si no te importa.
-¿Mama nos puedes dejar solos un momento?
-Pero no tardes que tenemos que ir a comprar.

Fui educado, pero me di cuenta de que la mujer no se había ido muy lejos, y que escondida en el pasillo, escucharía toda la conversación. Pero no me importaba tampoco. Así podía darse cuenta de que había abierto la puerta a un joven cristiano modélico.

-Me parece que hoy eres tu, el que no esta en su barrio. ¿A que se debe el honor de tu visita? Te advierto que no he roto mi promesa de no volver a pisar jamás la calle Wellington.
-No, no es eso.
-Entonces soy todo orejas.
-Oídos, se dice soy todo oídos.
-¿Has venido hasta aquí para corregirme?
-No, no. No es eso.
-Eso ya me lo has dicho un par de veces.
-Verás. Es que quería pedirte disculpas.
-¿A mi? ¿Porque?
-El otro día fui un impertinente contigo.
-No tiene importancia. Además es todo un detalle que hayas venido hasta aquí. Ese gesto delata que no eres tan impertinente.
-El caso es que he pensado que para compensártelo, podíamos salir un día de estos, si tu quieres claro.
-¿Eso es una cita?

-No no. Solo una informalidad.
-Es que en mi barrio se merienda sin mas. No solemos recibir invitaciones de esas en las que se ruega informalidad.
-¿Entonces que te parece si merendamos en tu barrio?
-Puede ser divertido. Podríamos merendar en mi casa si te apetece.
-¿Con tus padres?
-Por que no, es una buena idea. Podemos merendar, y así los conoces.
-Y me conocen ellos a mi.

-Claro claro. ¿Que te parece si quedamos para merendar este Sábado por la tarde?
-Me gustaría mucho. De veras.
-A mi tambien. Ahora me tengo que ir. Por cierto, ¿Como has llegado hasta aquí?

-He venido en taxi. Me esta esperando en la esquina.
-Te acompaño hasta al taxi entonces. Con lo que vale este bolso que llevas, podríamos tener un disgusto si te atracan.
-¿Es una broma?
-Como se nota que en Wellington street no te han atracado nunca.



Cuando llegamos al taxi, me dio las gracias por la visita y al despedirnos nos dimos un beso en los labios. Un beso que aunque corto, me hizo levitar. No quería adelantar acontecimientos, pero Gustavo empezaba a gustarme.
Al subir al taxi me cerró la puerta no sin antes guiñarme el ojo. Me ruborice al acto y pedí al taxista que llegara al centro lo antes que sus neumáticos nos permitieran.

Tenia que compartir la noticia con mis amigos. Esa misma tarde me encontré caminando de manera casi autómata hacia la casa de Ricochet. Al llegar a Diagonal vi bajar de un taxi a Pelayo. Emocionado vino a mi y quiso sacarme esas buenas noticias que les había anunciado por fax esa misma mañana.

Ir a casa de Ricochet era fantástico. Un edificio prácticamente de cristales blindados. Su padre había comprado los dos pisos de la decima planta transformándolo todo en un solo piso gigante. El gusto azteca de su madre había echo el resto, con una decoración tan ostentosa como el nombre de su hijo. En ese piso nos podíamos pasar fines de semana enteros sin tener que comunicarnos con el exterior, y lo que es mejor sin tener que levantarnos mas que para ir al baño, ya que eso era lo único que el servicio de la casa no podía hacer por nosotros.

Ricochet vivía en un mundo lejanísimo al de Gustavo. Y eso me hizo estar ansioso antes de contarles la noticia. Pero las ansias por contarlo pudieron conmigo y les conté que me gustaba un chico, y ante la aprobación y el griterío todo quedo en incertidumbre cuando dije su nombre en voz alta.

-¿Es el mismo Gustavo que nosotros conocemos?
-Ya se ya se. Pero entiéndeme Ricochet, me empieza a gustar por su manera de ser. No por como viste, o el coche que conduce.
-¿Y que va a ser lo próximo Toni?
-Me ha invitado a merendar a su casa.
-No me lo puedo creer. Dime que al menos no iras en autobús. Porque si no te juro que me da algo aquí mismo. ¿Es que tu no dirás nada Pelayo?
-Estoy contento por Toni. Pero Ricochet tiene razón. ¿No crees que es un chico muy distinto a nosotros?
-Distinto dices. Distinto es que estudiara ciencias, o fuera pelirrojo. Estamos hablando de alguien pobre.
-No creo que eso sea tan importante Ricochet.
-Ese tipo de gente insulsa solo se fijara en tus grandes cualidades. Como tu don para el dibujo y el buen gusto. Pero ignoraran cuanto te ha costado el pullover que llevas puesto.
-Pelayo di algo por favor.
-Creo que te gusta mezclar roles sociales, y eso no siempre funciona.
-Dime que eso no te preocupa, y te dejaremos en paz.
- Pienso que hoy en día uno no puede permitirse el lujo de ser rico sin ser asquerosamente rico. La gente lo ignora, pero en el mundo de los ricos, también existen las clases.
-Explícate.
-Cuando en el mundo de los ricos eres excéntrico, tienes pocas posibilidades de gustar. Y si encima eres adicto a substancias varias, pero te importa un bledo lo que puedan opinar los demás sobre ti mismo, ya puedes darte por marginado.
-Imagino que te refieres a que hay gente que no aprueba tu estilo de vida.
-¡Exacto! Yo sabia que el camino seria duro, pero estoy cansado de tener que pedir disculpas por haber elegido este y no otro camino. ¿Hasta cuando tendré que pedir disculpas por tener la sangre de color de rosa?
-Metáforas a parte. Toni creo conveniente que pienses en ti mismo.
-¿Y que te crees que hago en todo el día?
-No de esa manera. Sencillamente fíjate en ti mismo, y no en la imagen que proyectas de ti mismo hacia los que te rodean. ¿Cual es el problema en si?
-Me obsesiona no caer bien a los padres del chico que me gusta. Su madre me han encontrado pretencioso. Y no lo encuentro justo.
-Insisto en que pienses donde esta la raíz del problema.
-La raíz deriva en que crecí con el estereotipo de que los ricos teníamos la necesidad de etiquetar cualquier cosa ajena a nuestro mundo como mala. Y ahora que tengo contacto directo con gente más de a pie, sienten por mí el mismo desprecio que sintieron los míos hacia ellos.
-¿Y tu de que parte crees encontrarte?
-La gente rica me encuentra divertido. Soy alguien que ha querido experimentar lejos del asfalto dorado. Y la gente pobre me ven como un trastornado que no sabe ni coger un autobús sin perderse.
-¿Y de que lado te gustaría comprar la confianza?
-Me siento juzgado por ambos lados. Los ricos me ven como una oveja que se ha perdido y no encuentra el rebaño.
-¿Y los pobres?
-No se fían de mí. Creen que solo quiero divertirme, que no soy capaz de tener objetivos en la vida.
-Siento decírtelo Pero de momento no se equivocan.
-Chicos me siento confuso.
-Tendrías que hacer como yo. Los chicos pobres solo sirven para la cama. Follan que te mueres, y es divertido ver como se ruborizan cuando les compras algo de marca.
-Ricochet. En momentos como este, necesito un toque mas objetivo. Voy a ir a su casa a merendar, no a darle las llaves de un Honda.
-Si fuera tu, me ganaría a sus padres y de paso a ese tipo con la demagogia que dios te ha dado, y tan bien usas para salir airoso de situaciones peores.
-Tienes razón. Pero quiero hacer las cosas bien echas.
-¿Que piensas hacer?
-Me triplicare la dosis y dormiré hasta el Sábado.
-Salga como salga, el sábado te queremos vivo. Por la noche saldremos a celebrarlo.

Salí de ese edificio de cristal como si hubiese salido de una caja de música. Dentro era todo precioso y aterciopelado, pero fuera el mundo cruel me esperaba en busca de una buena actuación por mi parte.

El sábado por la mañana me levante esplendoroso. Sería el mejor invitado que habría pisado la casa de Gustavo. Llamé por teléfono a una pastelería para que hicieran una tarta de limón. Con un poco de suerte, si llegaba a la merienda ebrio, me atrevería a decir por toda la cara que la había echo yo mismo.

Cuando el taxi se detuvo delante de la casa de Gustavo vi como las cortinas de una ventana se cerraban. Salí del coche sintiéndome observado. Cuando llegué a la puerta, no me hizo falta tocar el timbre. Su madre salió a recibirme con una cara un tanto avinagrada.

-Buenas tardes Señora.
-Buenas tardes Antonio.
-Me llamo Antoni.
-¿Y cual es la diferencia? Te haces llamar así para que quede mas modero, porque te avergüenzas de tu nombre.
-Me llamo Antoni señora. Así lo dice el registro civil y mi libro de familia.
-Lo que tú digas.

Conté hasta cinco, antes de echarme a llorar, o tirarle la tarta a la cara. Pero vi bajar a Gustavo por las escaleras y me sentí mejor.

Pasamos a un comedor decorado con unos muebles espantosos. Pero pasando por alto que había ido a entierros donde los ataúdes eran mas caros que todo el contenido de la casa entera ofrecí la tarta al amfitrión.

-Muchas gracias. No hacia falta.
-Es solo un detalle sin importancia.
-Sentémonos, voy a por el café.

La madre se fue a la cocina. Y escuche como por lo bajini le decía que la tarta de Limón no le gustaba nada. ¿Como no podía gustar la tarta de limón a alguien?
Fui tonto al querer excusarme. Intentando explicar que tal vez esa era una tarta mas veraniega. Pero la madre me miro con cara de susto, y decidí dejar el tema de lado. Lo mas practico es que fueran ellos los que hablaran, y yo pudiera asentir con la cabeza.

Eran una familia extraña. La madre una mujer dominante, el padre un hombre al parecer mudo. Y Gustavo encantador, al margen de esa familia idiota. Pero el tiempo de observación duró más bien poco. El padre decidió hablar y me preguntó por mi vida.

A lo que la madre tuvo que hacer hincapié en que se notaba que yo venia de una familia bien posicionado por mi manera de comportarme. Decidí salir airoso y con mucha decisión expuse mi visión.

-Vivimos en una sociedad rota en la que la mitad se comporta como si la otra mitad simplemente no existiera. En medio de esa grieta vivo yo paralelo a dos mundos. Hoy en día nadie es ni rico ni pobre. O eres asquerosamente rico o eres tristemente pobre.

-El bolso que llevabas el otro día lo tiene la hija de la mujer donde voy a limpiar los miércoles. ¿Porque usas bolsos de chica?

-Solo es un accesorio para llenar su contenido con cosas que se necesitan en el día a día. -Pero esos bolsos son muy caros. ¿Te lo han comprado tus padres?
-Eh, bien fue un regalo. Conforme lo que usted dice; tengo una opinión formalizada al respeto. Ese bolso es caro, si. Pero es un bolso que me va a durar toda la vida. ¿Realmente existe el lujo tal y como lo conocemos? Me parece que el lujo no es más que una ramificación del exhibicionismo. Y así mismo de la ostentación, algo muy poco ortodoxo. Pero la culpa es de la sociedad y no mía como consumidor de lujo. La sociedad se aferra a querer odiar a aquellos que viven bien, solo porque ellos no tienen tanta suerte en la vida. Nadie tiene derecho a desprestigiar a otra persona, solo porque esa tenga más ceros en su cuenta corriente.
-Veo muy superficial gastarse tanto dinero en un bolso.
-A mi me parece mas superficial darle tanta importancia a algo tan simple como un bolso. Al margen de lo que me haya podido costar.

-Lo veo un bolso de mujer mayor.

-Conozco adolescentes que usan bolsos Prada, y calzan stilettos que valen mucho más que mi bolso, y no hacen cara de desagrado en ningún momento. Porque antes que un precio, no dejan de ser unos zapatos, que te permiten que no vayas descalzo por la calle.

-Nosotros no le damos importancia a esas cosas.

-Señora, yo era una de esas personas que no le devolvían la sonrisa a la gente porque me creía mejor que ellas. Era tan excéntrico que solo quería gente a mi alrededor que llevaran ropa que conjuntara con mi jersey. Y yo que se lo que es convivir, que no vivir en el lujo, me permitía el lujo de ser un inculto y creerme mejor que los demás por tener ropa mas cara en el armario.

-No se a que viene eso chico.

-Mama, déjale hablar. Sigue Antoni. Me interesa lo que dices.

-Simplemente un día llego a mi vida una lección que debía haber aprendido mucho antes. Me di cuenta de que era terriblemente pobre a nivel emocional. Podía perder todo lo material, podía quedarme solo, pero me dolía que la gente me mirara con cara de pena, y sintieran lastima por mi. Fue tan fácil como llegar un día a mi casa y al cerrar la puerta, darme cuenta de que me estaba transformando en algo que odiaba.

-¿Y que hiciste Antoni?

-Me encerré en la oscuridad de mi habitación y me sentí desgraciado hasta que me quede dormido. Fue entonces cuando pare de llorar. Pero saque de mis ojos hasta la última lagrima. Me sentía bien sintiéndome desgraciado, era mi manera de sacar todo el dolor que tenia dentro. Rompí cosas estampándolas a mi pared, hasta que me desperté en una ambulancia. Un ataque de pánico me hizo dar cuenta de que no iba por buen camino.

-No sabía nada de eso Antoni.

-Ahora ya da todo igual. Soy feliz. He conocido lo que es la opulencia, y he vivido mucho tiempo ignorando que familias como la tuya Vivian en la misma ciudad que yo.

-La vida te dio una oportunidad. ¿No crees?

-La vida me ha dado demasiadas oportunidades. Y mi problema es que he estado demasiado tiempo procurando aparentar una felicidad que dentro de mi nunca había existido.

-Lo siento Antoni. No pensé que tu vida hubiera sido tan tempestiva.

-Solo quiero ser feliz. Con o sin bolsos caros.

-¿Y puedo ayudarte a serlo?

-Esta merienda significa para mi mucho mas de lo que podáis creer. Me siento participe de una unión que viene de algo tan simple, pero que a mi me llena tanto.

Y así fue como comiendo pastel de limón, pude darme cuenta que delante de un romance que algunos vaticinaron como maldito, podía ser yo mismo. Igual que ese pastel, sin colorantes, ni conservantes. Solo yo en estado puro.

* Leer el post anterior 'Dramatismo en Wellington Road.







48. Dramatismo en Wellington Road.

El futuro al igual que la muerte nos puede estar esperando en cualquier esquina. Aguardando cualquier paso en falso para darnos un anticipo de los que nos tiene preparado.
Dicen que el futuro suele ser caprichoso. Y que este no siempre tiene la misma idea que nuestros padres, sobre el futuro que mas nos conviene. A pesar de ello no todo es tan trágico. Tener una buena agenda llena de contactos, nos puede ayudar a que ese futuro pase de largo sin parar delante de nuestro buzón.

¿Aunque que puede pasar cuando no se tiene esa agenda? Cuando se es un simple mortal en mitad de una crisis existencial. Cuando nada tiene sentido, y cuesta encontrar motivos para levantarse por las mañanas.

Ese era el problema de Gustavo. Un chico que después de estudiar toda su vida, se dio cuenta de que su subconsciente se encontraba con necesidades importantes que cubrir. Unas necesidades que nunca saldrían de sus libros de texto, ni en millones de folios llenos de apuntes guardados en carpetas polvorientas.


Sus padres no supieron que decir cuando Gustavo les dijo que quería encontrarse a si mismo. Unos padres sacrificados que no hicieron nada bueno con sus vidas, con la esperanza de tener un hijo triunfador, del que sentirse orgulloso el resto de sus mediocres existencias. P
ero de nada sirvieron las amenazas del padre ni los llantos de una madre sufrida. Gustavo tenia claro que sus estudios podían esperar, y que tenia por delante mucho camino hasta encontrarse a si mismo.

Obviamente sus padres no entendieron nada. Tan solo vieron ante sus ojos como su único hijo estaba planeando una marcha lejana. P
ara ellos no era más que un desagradecido. Alguien ingrato que no sabía valorar el sobreesfuerzo que habían tenido que hacer para que hoy luciera una educación ejemplar. El nivel de Gustavo daba mil vueltas al de cualquiera que pudiera rodearle,
y empezaba a conseguir que algunos profesores se sintieran amenazados por los conocimientos del susodicho.

Aunque realmente todo era mucho mas simple.
Gustavo, tenia dentro de si un pesar. Y es que subconscientemente se sentía avergonzado de sus orígenes. Era hijo de una madre que fregaba escaleras, y un padre que nunca sería ascendido en esa fabr
ica de polígono gris donde ya se jubilaría sin pena ni gloria.

De manera secreta pretendía romper con todo eso. Pobre Gustavo. Ignoraba que las raices nos siguen para siempre. Que por
más lejos que quiera marcharse uno, siempre van a estar latentes. ¿Pero que pudo llevar a alguien brillante, con un futuro aún por inaugurar, querer irse (tan) lejos de todo lo que conocía hasta el día de hoy? ¿Era tanta la vergüenza a la que se veía sometido? ¿O tan simple como que ansiaba con no tener que incluir a esa clase de padres en una futura vida, lejos de la periferia de la ciudad condal?

Por suerte estudiar no había llenado toda su insulsa vida. Gustavo había empezado a trabajar con solo 16 años. Y combinando sus estudios con sus empleos había conseguido una cartilla de ahorros interesante. Eso le permitía soñar con una vida (mejor) lejos de una casa donde todo olía a Xanpa Limón. Y se cenaba lo que sobraba de la comida, día si día también.

Tenía suficiente dinero para empezar una vida sin tener que mirar atrás. Una vida a parte de la que sus padres querian compartir con él. Una vida antagónica a la que sus padres habian ideado para él.

Aunque mi relación con Gustavo siempre fue más bien tirante, hizo que de alguna manera su historia abriera en mí interrogantes. ¿Porqué la gente tenia esa necesidad de irse lejos para encontrarse a si misma? ¿Es que Barcelona no era una buena ciudad para las reflexiones?
Gustavo me parecía un poco el alter ego de Dorothy en busca de respuestas. Caminando por el camino de adoquines amarillos rumbo a Oz. Fue hablando de manera caótica con él, pero en un símil del clásico tú a tú que hablé con él encontrando delante de mi, respuestas a corto plazo.

Él pensaba que mi vida era demasiado cómoda. Yo pensaba que él era un idiota. Pero la moraleja no se hizo esperar. Era una mañana de primavera, cuando iba yo caminando tranquilamente por la calle Wellington. Gustavo subía esa misma calle con una bicicleta.

-¿Que haces tan lejos de tu barrio?
-Ya que no vienes a verme tu al mío.
-No se Gustavo. Solo que me parece que vives un poco lejos de aquí ¿No?
-Me gusta este barrio.
-A mi también, cosa que no puedo decir del tuyo.
-Puedes estar tranquilo Toni. A mi tampoco me gusta mi barrio. Pero para eso están los cambios. Para arreglar aquello que no nos gusta.
-¿Me estás diciendo que buscas casa para formar familia y tener hijos?
-No corras tanto. Solo te digo que me gusta esta zona.
-No verás mucho chico joven viviendo solo por aquí. No me parece precisamente una zona estudiantil.
-Tu y tus estúpidos prejuicios.
-Conozco mejor esta zona que tú.
Pues si toda la gente que vive en la calle Wellington son como tú, ya no me interesa tanto. Y de paso te informo que ya no estoy estudiando.
-¡Y a mi que me importa!
-Solo te estoy dando la exclusiva para cuando meriendes con tus amiguitos en la Diagonal. He dejado los estudios.
-¿Pero si tu siempre has estudiado. Es que ya te has licenciado?
-Uno no se suele licenciar a los 23 años. Pero como tu vives por encima de cualquier regla académica…
-¿De verdad crees que me quita el sueño? Me da absolutamente igual no tener ni idea de cuando uno se gradúa, se licencia o le hacen el doctorado. Solo me pica la curiosidad saber que haces con una bicicleta en mitad de la calle Wellington.
-Es tan fácil como que me interesa conocer cosas nuevas.
-Tan listo que eres. Porque no te vas a la zona del Forum. Esa es la zona nueva de Barcelona. ¿Qué sentido tiene venir aquí arriba?
-Es una parte de la ciudad que me gustaría conocer. Tal vez me acabe gustando tanto como a ti.
-¿A mi? Me da igual. Yo no vivo en esta calle.
-Toni. ¿Te puedo hacer una pregunta?
-Puedes intentarlo.
-Porque me pareces tan complicado. ¿Nunca se han despertado en ti la necesidad de hacer cosas nuevas. Explorar, viajar, descubrir? Me parece que haciendo gala de esta vida tan ostentosa, nunca saldrás de Barcelona. Te crees distinto, pero a mí y a mucha gente nos pareces mediocre. ¿No sientes la necesidad de encontrarte a ti mismo? Tienes 23 años y sigues con la misma vida cómoda que has tenido siempre.
-¿Eso crees?
-No se. Dímelo tú. He oído mil historias sobre que lo has pasado mal, de que has tenido problemas que a mi parecer son chungos, pero siempre tienes ese gesto de asco en tu cara. Como si vivieras rodeado de mierda. No te molestas ni en parecer pedante, simplemente eres alguien frívolo e insubstancial.
-Gustavo. Tienes razón. Lo he pasado mal. Muy mal. He vivido cosas muy dolorosas. Algunas buscadas por mi, lo reconozco. Pero cuando el dolor que te llena por dentro es tan inmensamente grande, no puedes hablar de otra cosa. Y la gente que te rodea te lo permite unos días, unas semanas, a lo sumo unos meses. Pero llega un momento que empiezan a dejarte de lado, porque solo sabes hablar de lo mismo. Y entonces, en una actitud heroica, tienes que masticar todo ese dolor y tragarlo. Para poder estar bien delante de todas esas personas. Porque lo ultimo que necesitas es quedarte solo.
-Toni yo… no se que decir.
-Limítate a no volver a pisar mas la calle Wellington.

Y se fué. Calle abajo con su bicicleta raída y sucia. Con esa cara de idiota que le caracterizaba. Me importo una mierda a donde se marchara. Era un cretino que iba a saber de la vida únicamente lo que pudiera leer en un libro.

Sus sentimientos no me parecian validos. Solo eran una excusa en busca de una vida mejor.