49. Elitismo de gama baja.

Y Gustavo se fue. Calle Wellington* abajo. Sin mirar atrás. Dejando dentro de mi cuestiones sin respuesta aparente. Al llegar a casa podría haber optado por encerrarme en el vestidor y simular que moría de pena cual faraón enterrado entre sus bienes materiales mas preciados. Pero ni todo el precio de mi ropa sumado, y multiplicado por 100 hicieron que pudiera sacarme a Gustavo de la cabeza.

Cada persona es un mundo delante de las crisis. A titulo personal siempre he creído que como mejor medito es sentado en mi tocador y cepillándome el pelo antes de ir a dormir. Me miro con cara seria en el espejo, mientras pienso seriamente en como reinventarme por sexta vez en lo que va de Otoño. Esta vez era diferente. No podía dejar de pensar en Gustavo calle abajo con su bicicleta sucia y la cabeza baja.


Tenia claro que el pobre chico se merecía mis disculpas. Así que tras un par de llamadas recibí un mail con su dirección. Podía presentarme en su casa sin contemplaciones. No necesitaba que nadie me invitara a merendar. Pero el miedo a que Gustavo no entendiera mi visita, hizo que me tirara atrás.

No voy a negar que me disguste que me pueda rodear gente que me sonría por delante, y me considere idiota por detrás. Y llega un momento en el que me veré obligado a levantarme en mitad de la terapia de grupo y decir.

-Me llamo Antoni y soy el eslabón perdido entre el lujo y el circo.

Pero de momento no podía hacer eso. Tenía que encontrar a Gustavo y hacerle ver que yo era una persona con una escala de valores y un alto concepto de la realidad frente a la ética y la moral.

Fui dejando la visita de un día para otro. Hasta que una mañana me levante y fui a mi vestidor en busca de ropa que dijera ‘quiero que seamos amigos’. No tenia que perder. Y podía aprender mucho de una persona tan inteligente y sensata como Gustavo.

Delante de su puerta, mire que mi pelo no tuviera indicios de pasados en comunidades terapéuticas. Llamé al timbre y una mujer de esas que cada año que cumplen suma por 5 me abrió la puerta con cara de indiferencia.

-Buenos días Señora. ¿Es aquí donde vive Gustavo?

-¿Y a quien buscas. A Gustavo padre o hijo?
-Pues supongo que a su hijo. Porque tampoco tengo edad de ser amigo de su marido.
-Gustavo no se encuentra en casa. ¿Quieres que le diga algo?
-Pues no sabría que decirle.
-¿Si o no?
-Es que tampoco no sabría que decirle.
-No tengo toda la mañana para perder.

La verdad es que no era una mujer muy educada. Y en situaciones como esas me daba por hablar demasiado. Así que cuando estaba a punto de rendirme escuche como Gustavo preguntaba desde lejos que quien había en la puerta. Mire indignado a esa mujer celosa y posesiva, que me había mentido para que su hijo no se relacionara con el exterior. Por suerte, antes de diagnosticar un complejo de Edipo mentalmente, apareció Gustavo quedándose con la boca abierta al ver mi presencia.

-Mama este es Antoni. Un amigo.
-Ya nos hemos conocido hijo.
-Un placer Señora. Gustavo quería hablar contigo.
-Claro, dime.
-En privado si no te importa.
-¿Mama nos puedes dejar solos un momento?
-Pero no tardes que tenemos que ir a comprar.

Fui educado, pero me di cuenta de que la mujer no se había ido muy lejos, y que escondida en el pasillo, escucharía toda la conversación. Pero no me importaba tampoco. Así podía darse cuenta de que había abierto la puerta a un joven cristiano modélico.

-Me parece que hoy eres tu, el que no esta en su barrio. ¿A que se debe el honor de tu visita? Te advierto que no he roto mi promesa de no volver a pisar jamás la calle Wellington.
-No, no es eso.
-Entonces soy todo orejas.
-Oídos, se dice soy todo oídos.
-¿Has venido hasta aquí para corregirme?
-No, no. No es eso.
-Eso ya me lo has dicho un par de veces.
-Verás. Es que quería pedirte disculpas.
-¿A mi? ¿Porque?
-El otro día fui un impertinente contigo.
-No tiene importancia. Además es todo un detalle que hayas venido hasta aquí. Ese gesto delata que no eres tan impertinente.
-El caso es que he pensado que para compensártelo, podíamos salir un día de estos, si tu quieres claro.
-¿Eso es una cita?

-No no. Solo una informalidad.
-Es que en mi barrio se merienda sin mas. No solemos recibir invitaciones de esas en las que se ruega informalidad.
-¿Entonces que te parece si merendamos en tu barrio?
-Puede ser divertido. Podríamos merendar en mi casa si te apetece.
-¿Con tus padres?
-Por que no, es una buena idea. Podemos merendar, y así los conoces.
-Y me conocen ellos a mi.

-Claro claro. ¿Que te parece si quedamos para merendar este Sábado por la tarde?
-Me gustaría mucho. De veras.
-A mi tambien. Ahora me tengo que ir. Por cierto, ¿Como has llegado hasta aquí?

-He venido en taxi. Me esta esperando en la esquina.
-Te acompaño hasta al taxi entonces. Con lo que vale este bolso que llevas, podríamos tener un disgusto si te atracan.
-¿Es una broma?
-Como se nota que en Wellington street no te han atracado nunca.



Cuando llegamos al taxi, me dio las gracias por la visita y al despedirnos nos dimos un beso en los labios. Un beso que aunque corto, me hizo levitar. No quería adelantar acontecimientos, pero Gustavo empezaba a gustarme.
Al subir al taxi me cerró la puerta no sin antes guiñarme el ojo. Me ruborice al acto y pedí al taxista que llegara al centro lo antes que sus neumáticos nos permitieran.

Tenia que compartir la noticia con mis amigos. Esa misma tarde me encontré caminando de manera casi autómata hacia la casa de Ricochet. Al llegar a Diagonal vi bajar de un taxi a Pelayo. Emocionado vino a mi y quiso sacarme esas buenas noticias que les había anunciado por fax esa misma mañana.

Ir a casa de Ricochet era fantástico. Un edificio prácticamente de cristales blindados. Su padre había comprado los dos pisos de la decima planta transformándolo todo en un solo piso gigante. El gusto azteca de su madre había echo el resto, con una decoración tan ostentosa como el nombre de su hijo. En ese piso nos podíamos pasar fines de semana enteros sin tener que comunicarnos con el exterior, y lo que es mejor sin tener que levantarnos mas que para ir al baño, ya que eso era lo único que el servicio de la casa no podía hacer por nosotros.

Ricochet vivía en un mundo lejanísimo al de Gustavo. Y eso me hizo estar ansioso antes de contarles la noticia. Pero las ansias por contarlo pudieron conmigo y les conté que me gustaba un chico, y ante la aprobación y el griterío todo quedo en incertidumbre cuando dije su nombre en voz alta.

-¿Es el mismo Gustavo que nosotros conocemos?
-Ya se ya se. Pero entiéndeme Ricochet, me empieza a gustar por su manera de ser. No por como viste, o el coche que conduce.
-¿Y que va a ser lo próximo Toni?
-Me ha invitado a merendar a su casa.
-No me lo puedo creer. Dime que al menos no iras en autobús. Porque si no te juro que me da algo aquí mismo. ¿Es que tu no dirás nada Pelayo?
-Estoy contento por Toni. Pero Ricochet tiene razón. ¿No crees que es un chico muy distinto a nosotros?
-Distinto dices. Distinto es que estudiara ciencias, o fuera pelirrojo. Estamos hablando de alguien pobre.
-No creo que eso sea tan importante Ricochet.
-Ese tipo de gente insulsa solo se fijara en tus grandes cualidades. Como tu don para el dibujo y el buen gusto. Pero ignoraran cuanto te ha costado el pullover que llevas puesto.
-Pelayo di algo por favor.
-Creo que te gusta mezclar roles sociales, y eso no siempre funciona.
-Dime que eso no te preocupa, y te dejaremos en paz.
- Pienso que hoy en día uno no puede permitirse el lujo de ser rico sin ser asquerosamente rico. La gente lo ignora, pero en el mundo de los ricos, también existen las clases.
-Explícate.
-Cuando en el mundo de los ricos eres excéntrico, tienes pocas posibilidades de gustar. Y si encima eres adicto a substancias varias, pero te importa un bledo lo que puedan opinar los demás sobre ti mismo, ya puedes darte por marginado.
-Imagino que te refieres a que hay gente que no aprueba tu estilo de vida.
-¡Exacto! Yo sabia que el camino seria duro, pero estoy cansado de tener que pedir disculpas por haber elegido este y no otro camino. ¿Hasta cuando tendré que pedir disculpas por tener la sangre de color de rosa?
-Metáforas a parte. Toni creo conveniente que pienses en ti mismo.
-¿Y que te crees que hago en todo el día?
-No de esa manera. Sencillamente fíjate en ti mismo, y no en la imagen que proyectas de ti mismo hacia los que te rodean. ¿Cual es el problema en si?
-Me obsesiona no caer bien a los padres del chico que me gusta. Su madre me han encontrado pretencioso. Y no lo encuentro justo.
-Insisto en que pienses donde esta la raíz del problema.
-La raíz deriva en que crecí con el estereotipo de que los ricos teníamos la necesidad de etiquetar cualquier cosa ajena a nuestro mundo como mala. Y ahora que tengo contacto directo con gente más de a pie, sienten por mí el mismo desprecio que sintieron los míos hacia ellos.
-¿Y tu de que parte crees encontrarte?
-La gente rica me encuentra divertido. Soy alguien que ha querido experimentar lejos del asfalto dorado. Y la gente pobre me ven como un trastornado que no sabe ni coger un autobús sin perderse.
-¿Y de que lado te gustaría comprar la confianza?
-Me siento juzgado por ambos lados. Los ricos me ven como una oveja que se ha perdido y no encuentra el rebaño.
-¿Y los pobres?
-No se fían de mí. Creen que solo quiero divertirme, que no soy capaz de tener objetivos en la vida.
-Siento decírtelo Pero de momento no se equivocan.
-Chicos me siento confuso.
-Tendrías que hacer como yo. Los chicos pobres solo sirven para la cama. Follan que te mueres, y es divertido ver como se ruborizan cuando les compras algo de marca.
-Ricochet. En momentos como este, necesito un toque mas objetivo. Voy a ir a su casa a merendar, no a darle las llaves de un Honda.
-Si fuera tu, me ganaría a sus padres y de paso a ese tipo con la demagogia que dios te ha dado, y tan bien usas para salir airoso de situaciones peores.
-Tienes razón. Pero quiero hacer las cosas bien echas.
-¿Que piensas hacer?
-Me triplicare la dosis y dormiré hasta el Sábado.
-Salga como salga, el sábado te queremos vivo. Por la noche saldremos a celebrarlo.

Salí de ese edificio de cristal como si hubiese salido de una caja de música. Dentro era todo precioso y aterciopelado, pero fuera el mundo cruel me esperaba en busca de una buena actuación por mi parte.

El sábado por la mañana me levante esplendoroso. Sería el mejor invitado que habría pisado la casa de Gustavo. Llamé por teléfono a una pastelería para que hicieran una tarta de limón. Con un poco de suerte, si llegaba a la merienda ebrio, me atrevería a decir por toda la cara que la había echo yo mismo.

Cuando el taxi se detuvo delante de la casa de Gustavo vi como las cortinas de una ventana se cerraban. Salí del coche sintiéndome observado. Cuando llegué a la puerta, no me hizo falta tocar el timbre. Su madre salió a recibirme con una cara un tanto avinagrada.

-Buenas tardes Señora.
-Buenas tardes Antonio.
-Me llamo Antoni.
-¿Y cual es la diferencia? Te haces llamar así para que quede mas modero, porque te avergüenzas de tu nombre.
-Me llamo Antoni señora. Así lo dice el registro civil y mi libro de familia.
-Lo que tú digas.

Conté hasta cinco, antes de echarme a llorar, o tirarle la tarta a la cara. Pero vi bajar a Gustavo por las escaleras y me sentí mejor.

Pasamos a un comedor decorado con unos muebles espantosos. Pero pasando por alto que había ido a entierros donde los ataúdes eran mas caros que todo el contenido de la casa entera ofrecí la tarta al amfitrión.

-Muchas gracias. No hacia falta.
-Es solo un detalle sin importancia.
-Sentémonos, voy a por el café.

La madre se fue a la cocina. Y escuche como por lo bajini le decía que la tarta de Limón no le gustaba nada. ¿Como no podía gustar la tarta de limón a alguien?
Fui tonto al querer excusarme. Intentando explicar que tal vez esa era una tarta mas veraniega. Pero la madre me miro con cara de susto, y decidí dejar el tema de lado. Lo mas practico es que fueran ellos los que hablaran, y yo pudiera asentir con la cabeza.

Eran una familia extraña. La madre una mujer dominante, el padre un hombre al parecer mudo. Y Gustavo encantador, al margen de esa familia idiota. Pero el tiempo de observación duró más bien poco. El padre decidió hablar y me preguntó por mi vida.

A lo que la madre tuvo que hacer hincapié en que se notaba que yo venia de una familia bien posicionado por mi manera de comportarme. Decidí salir airoso y con mucha decisión expuse mi visión.

-Vivimos en una sociedad rota en la que la mitad se comporta como si la otra mitad simplemente no existiera. En medio de esa grieta vivo yo paralelo a dos mundos. Hoy en día nadie es ni rico ni pobre. O eres asquerosamente rico o eres tristemente pobre.

-El bolso que llevabas el otro día lo tiene la hija de la mujer donde voy a limpiar los miércoles. ¿Porque usas bolsos de chica?

-Solo es un accesorio para llenar su contenido con cosas que se necesitan en el día a día. -Pero esos bolsos son muy caros. ¿Te lo han comprado tus padres?
-Eh, bien fue un regalo. Conforme lo que usted dice; tengo una opinión formalizada al respeto. Ese bolso es caro, si. Pero es un bolso que me va a durar toda la vida. ¿Realmente existe el lujo tal y como lo conocemos? Me parece que el lujo no es más que una ramificación del exhibicionismo. Y así mismo de la ostentación, algo muy poco ortodoxo. Pero la culpa es de la sociedad y no mía como consumidor de lujo. La sociedad se aferra a querer odiar a aquellos que viven bien, solo porque ellos no tienen tanta suerte en la vida. Nadie tiene derecho a desprestigiar a otra persona, solo porque esa tenga más ceros en su cuenta corriente.
-Veo muy superficial gastarse tanto dinero en un bolso.
-A mi me parece mas superficial darle tanta importancia a algo tan simple como un bolso. Al margen de lo que me haya podido costar.

-Lo veo un bolso de mujer mayor.

-Conozco adolescentes que usan bolsos Prada, y calzan stilettos que valen mucho más que mi bolso, y no hacen cara de desagrado en ningún momento. Porque antes que un precio, no dejan de ser unos zapatos, que te permiten que no vayas descalzo por la calle.

-Nosotros no le damos importancia a esas cosas.

-Señora, yo era una de esas personas que no le devolvían la sonrisa a la gente porque me creía mejor que ellas. Era tan excéntrico que solo quería gente a mi alrededor que llevaran ropa que conjuntara con mi jersey. Y yo que se lo que es convivir, que no vivir en el lujo, me permitía el lujo de ser un inculto y creerme mejor que los demás por tener ropa mas cara en el armario.

-No se a que viene eso chico.

-Mama, déjale hablar. Sigue Antoni. Me interesa lo que dices.

-Simplemente un día llego a mi vida una lección que debía haber aprendido mucho antes. Me di cuenta de que era terriblemente pobre a nivel emocional. Podía perder todo lo material, podía quedarme solo, pero me dolía que la gente me mirara con cara de pena, y sintieran lastima por mi. Fue tan fácil como llegar un día a mi casa y al cerrar la puerta, darme cuenta de que me estaba transformando en algo que odiaba.

-¿Y que hiciste Antoni?

-Me encerré en la oscuridad de mi habitación y me sentí desgraciado hasta que me quede dormido. Fue entonces cuando pare de llorar. Pero saque de mis ojos hasta la última lagrima. Me sentía bien sintiéndome desgraciado, era mi manera de sacar todo el dolor que tenia dentro. Rompí cosas estampándolas a mi pared, hasta que me desperté en una ambulancia. Un ataque de pánico me hizo dar cuenta de que no iba por buen camino.

-No sabía nada de eso Antoni.

-Ahora ya da todo igual. Soy feliz. He conocido lo que es la opulencia, y he vivido mucho tiempo ignorando que familias como la tuya Vivian en la misma ciudad que yo.

-La vida te dio una oportunidad. ¿No crees?

-La vida me ha dado demasiadas oportunidades. Y mi problema es que he estado demasiado tiempo procurando aparentar una felicidad que dentro de mi nunca había existido.

-Lo siento Antoni. No pensé que tu vida hubiera sido tan tempestiva.

-Solo quiero ser feliz. Con o sin bolsos caros.

-¿Y puedo ayudarte a serlo?

-Esta merienda significa para mi mucho mas de lo que podáis creer. Me siento participe de una unión que viene de algo tan simple, pero que a mi me llena tanto.

Y así fue como comiendo pastel de limón, pude darme cuenta que delante de un romance que algunos vaticinaron como maldito, podía ser yo mismo. Igual que ese pastel, sin colorantes, ni conservantes. Solo yo en estado puro.

* Leer el post anterior 'Dramatismo en Wellington Road.







1 comentario:

Thiago dijo...

Cari,en este post vuelve a salir Ricochet.. Dime, por favor, que está horroroso o que está en el paro, o que le ha dejado su novio y se ha tirado a la bebida o algo, jajajaja

Tú que tal estás? ya le has pedido la mano a los padres de Jimbito? Estas loco por el o qué? Creo que es el chico lleno de glamour que yo no he podido ser para ti, yo soy un basto y un ordinario y voy echo una facha siempre.... que lastima, que poco glamour y, aun encima, voy y en mi blog hablo de dinero, jajajaa

bueno, pues eso. Bezos.