19. De cómo un snob descubrio en la FE que la cosmética nunca podría cambiar su forma de ser


Muy a mi pesar he de reconocer que el Verano se esta acabando. Mis emociones caen como las hojas de los árboles. y ya he tenido que pedir que me hagan un color de pelo que diga -Adiós Verano- Para dar la bienvenida al Otoño me puse mas guapo que de costumbre. Salí a la calle, necesitaba encontrar el gadget ideal. El perfume que expresara que estaba llegando el frio. Y lo mas importante! Cosmética para tapar los estragos de un verano abusando de los rayos ultra violeta.

Me acerque al escaparate de SEPHORA y vi como mi piel era lo mas parecido a un cacahuete tostado con miel. Como a nadie le gusta codearse con un cacahuete, decidí no perder mas tiempo y entrar. Me recibió el olor a perfumes de prueba. El suelo recién encerado brillaba mucho más que mi sonrisa de final de verano.
Una sonrisa que se veía aun más triste en los espejos de aumento. A ritmo de las Spice girls andaba buscando el maquillaje definitivo que anunciara un ‘Hola otoño’ creíble. Una chica vino a ofrecerme unas muestras de un perfume. Amablemente me quite los auriculares y la fuerte música que sonaba me descoloco.
Un DJ demasiado bronceado pinchaba música en directo al lado de la puerta. Mientras que una mujer mayor que estaba siendo maquillada se quejaba de que esa música la estaba dejando sorda.
Aprovechando esa sesión House modele delante de los espejos, poniendo esa cara de zorra que algunos solo pueden usar los fines de semana.

Cuando estaba pagando en la caja sentí el sentimiento de cada año. Las ganas de la vuelta a la escuela emocional se habían instalado ya en mi cerebro. Sin llegar a asumirlo sentí la necesidad de reencontrarme con gente que desde Mayo no veía.
Esa gente que no tiene apartamentos cerca del mío, o porque después de romper un compromiso con mi chico aun siguen llamando a mi otro teléfono.
Pero no fue hasta que salí a la calle que me di cuenta de que el Otoño se estaba instalando en mi vida. De manera silenciosa estaba adentrándose en mi subconsciente, y eso era algo que me incomodaba. Para mi otoño se limitaba a capitanear un cambio de vestidor. A pasarme una tarde seleccionando, reciclando o customizando prendas que olían a After sun. Ahora eso era solo un pasatiempo. Necesitaba encontrar un motivo para querer dejar el verano atrás. Yo era alguien con un imán para lo emocionante. Que estaba pasándome? Me resignaba a vivir el fin del verano sin mas?
Me senté en un banco derrotado, dándome la oportunidad de que algo emocionante pasara. El reloj seguía su vida, y pasaba de mi. A la media hora me di cuenta de que las posibilidades de que Godzila saliera del alcantarillado eran remotas. Así que me rendí.
Decidí volver a casa andando, y aunque no tenia ganas de andar, sabia que subiéndome a un taxi nada especial me pasaría. Andando me di cuenta de que me desesperaba que no pasara nada típicamente otoñal. Aun era verano en Barcelona. Carteles de fin de rebajas, los turistas haciendo fotos, y yo. Dándome cuenta de que no ser vecino de Donatella Versace tenia consecuencias y el aburrimiento era una de ellas.

Por si fuera poco, sentí lastima de mi mismo. Me arruine la tarde dando vueltas a porque yo era el único que vivía de manera poco coherente, y excesivamente ideada para ser emitida en la tele por cable.
De repente algo me llamo la atención. Pase por delante de una iglesia y no pude evitar pararme. Era moral pedirle a dios que me enviara una vida mostrable a los ojos de aquellos que se santiguaban cuando yo pasaba? Sin saber si lo era o no entre y me senté en un banco de la ultima fila.

Sentado estúpidamente espere que una luz cegadora me diera la respuesta, sin correrse la base claro. Pero la única respuesta era una penumbra asfixiante. Unos bancos mas adelante una mujer arrodillada rezaba. Parecia verdaderamente arrepentida de algo.
Algo me hizo imitarla. Y me arrodille pidiendo a la virgen de los modernos que se encargara de apagar el foco que iluminaba mi vida social, y me convirtiera en ese niño aplicado y constante que nunca fui.

Cuando 15 minutos después me dolían las rodillas y no notaba nada me levante indignado. Donde estaba esa respuesta? No mucho mejor que yo estaba la mujer que ya levantada abandono la iglesia con lagrimas en los ojos. Ni tan solo se despidió de mi. Por un momento se me ocurrió imitarla de nuevo y llorar, pero lejos de conseguir un golpe de efecto, hubiese quedado como un verdadero trastornado. Me quede muy quieto. Algo me paralizaba en ese frio banco. Quien respondió a la llamada fue mi conciencia.
No era precisamente lo mas cercano a la fe, pero si a una bofetada de sentido común. Me pidió que como pretendía que la fe me alejara de una vida de petardeo si yo era el primero en no querer desprenderme de ello.
Cogí mis bolsas y cruce el umbral. La luz de la calle hizo a su vez de la luz que acompaña las respuestas de la fe. Tuve mas claro que nunca que nunca la cosmética podría tapar las heridas que mi vida en sociedad había abierto. Unas heridas que mi yo profundo había abierto en busca de venganza por cada vez que mi ex prometido me había mantenido un viernes por la noche sobrio y jugando a juegos de mesa.
Esa cosmética arrogante y superflua solo serviría para alimentar a mi yo verdadero. Un yo superficial que creía que hasta la fe se podía pagar con tarjeta de crédito.



1 comentario:

Lucía dijo...

Pero esto que es?? Nadie te comenta cuchicuchi?? Cielo, me temo que tenemos que empezar a aceptar nuestros roles de viejas glorias o muñecos rotos... aisss...

Memories...